Pues eso, que quien tuviera pensado ir a cenar a elBulli, ya se puede espabilar (y rezar a quien sea) para conseguir una plaza de aquí a 2012, fecha en que el mejor restaurante del mundo cierre para tomarse dos años sabáticos –al menos en cuanto al funcionamiento de servir platos como se hacía hasta ahora, que tampoco es que fuera lo más habitual en el mundo de la restauración–.
Si estudiando e investigando sólo seis meses al año, el bueno de Adrià conseguía semejantes maravillas culinarias, miedo me da lo que pueda salir de su cabeza de genio en dos años trabajando única y exclusivamente para crear nuevas recetas y desmontar todas las teorías coquinarias establecidas hasta ahora. Esperemos que las musas le encuentren trabajando. Y así, mientras nos da tiempo para ahorrar y pensar que quizás alguna vez en la vida también podamos probar las obras de arte de este alquimista de la cocina.
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